Pérdida de elasticidad, de tejido adiposo plantar, piel reseca...
Las personas mayores sufren un deterioro general de todo su organismo y el pie no es ajeno a esta realidad.
Entre las consecuencias más manifiestas se encuentra la pérdida de tejido adiposo plantar. La grasa de esta zona se comporta como un cojín amortiguador y, la pérdida de espesor provoca que la incidencia sobre el hueso sea mayor. Debido a ello, las personas sufren más el contacto contra el suelo, pudiendo ser en ocasiones doloroso o incómodo.
Además, con la edad también se aprecia una disminución de la elasticidad en la piel. Por este motivo, las personas mayores presentan más probabilidades de padecer durezas y callosidades. Además, con el paso de los años la piel tiende a resecarse más, debido al natural y progresivo deterioro neurovascular. Por eso es tan importante una buena hidratación por medio de la toma de líquidos y usar diariamente una crema idónea.
Finalmente, en la tercera edad es muy habitual el paulatino aumento de la lámina ungueal, lo cual causa problemas para que la persona mayor pueda cortarse correctamente las uñas.